¡De regreso con la comunidad!
Por: Felipe Chaves Matiz
El pasado sábado 4 de marzo fuimos al Hogar Santa Rita de Casia, una de las sedes de la Fundación Proyecto Unión, en el corazón de la Ciudad de Bogotá. Un lugar donde se encuentran niños desde los pocos meses hasta adultos de 35 años, quienes padecen enfermedades crónicas y requieren una atención médica especial.
Llevábamos casi un mes organizando el proyecto y en el proceso se nos plantearon muchas dudas, esta actividad era muy diferente a lo que estábamos acostumbrados, ¿cómo hacer las actividades inclusivas para los espectros y enfermedades de todos?, ¿cómo hacer actividades musicales para niños con problemas de audición?, ¿y la de cuentos?, ¿cómo interactuar con los niños si muchos no pueden comunicarse con palabras?; ante tantas preguntas es fácil sentir inseguridades y la tentación de renunciar. Sin embargo, dimos el salto de fe y logramos planear, con los recursos que teníamos, unas actividades adaptadas para ellos.
Al llegar nos atendió amablemente la Directora de la sede y nos mostró todo el hogar. Quedamos impresionados ante la logística y la cantidad de ayuda que requieren los niños, pero más que eso, con el amor, la dedicación y la delicadeza con la que los atendían. Mientras veía todo esto me preguntaba, ¿cómo ante tanto trabajo y enfermedad se conserva una sonrisa tan sincera?
Era momento de iniciar la jornada, con los voluntarios de Ignis (un grupo de voluntarios que surgió como iniciativa de un equipo de amigos del Centro Cultural Hontanar de CorFomento y las universidades de La Sabana, Javeriana y Militar, para realizar y apoyar actividades sociales), empezamos a organizar los materiales necesarios. Teníamos que apurarnos, pues en menos de 45 minutos debíamos iniciar las actividades con los niños. «Necesitamos ayuda para armar un lobo de origami para los cuentos… ¿Quién sabe usar pintucaritas?… ¡Hay que afinar la guitarra!… ¿Dónde están los marcadores?”. Con tantas cosas que hacer casi ni nos dimos cuenta que ya había llegado el momento de empezar, era inevitable sentir nervios durante la primera ronda de actividades por la incertidumbre de cómo saldría.
Sin duda, nos llenó de entusiasmo y motivación darnos cuenta que los niños también tenían expectativas de lo que nosotros íbamos a hacer. A medida que se desenvolvía la actividad íbamos tomando confianza, empezamos a notar que logramos capturar la atención de los asistentes y sin dar espera empezaron a sonar risas, la mejor prueba de que estábamos yendo por buen camino.
Era evidente que estaban cautivados con los colores, formas, texturas y canciones. Cada uno encontró su manera para interactuar con nosotros, algunos cantaban, otros se movían al ritmo de la música y no faltó el travieso que persiguió a la guitarrista por toda la Fundación, seguramente, cautivado por el sonido de las cuerdas. Todas estas imágenes que iban pasando ante mis ojos me hacían preguntarme, ¿cómo es posible gozar con tal sencillez la vida entre tanta adversidad?, ¿cuál es el secreto para reír así?
Ciertamente es indescriptible la autenticidad de los niños, su sencillez y su alegría, era tangible en el ambiente, pero, ¿cómo?, ¿por qué para nosotros a veces es tan difícil y a ellos les sale tan naturalmente?, evidentemente, para los que asistimos a esta actividad fue una lección que nos quedará por siempre en el corazón. Es realmente mágico pensar que a pesar de ser nosotros quienes fuimos a entregarnos a los niños, al final del día recibimos más que lo que les ofrecimos.
Después de rotar por los salones finalizamos con una pequeña reunión con los funcionarios de la Fundación. Una de las enfermeras nos agradeció por el tiempo que les dedicamos a los niños y nos abrió los ojos al decirnos que a los niños más allá de la complejidad de las actividades, les encanta tener a alguien que les ofrezca su cariño… Así de fácil.
Cuando terminamos, a pesar de estar físicamente cansados luego de madrugar, estar de pie toda la jornada y entregar nuestra mejor actitud a los niños, nos encontramos renovados en medio de esas risas. Y entonces salimos, guitarra y demás materiales en mano, con la esperanza de imitar día a día aquellas hermosas sonrisas y llevar a cada uno de nuestros ambientes esa alegría que transmiten los niños, a pesar de cualquier adversidad…
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