¡De regreso con la comunidad!

Como dice el refrán, ¡Todo lo bueno se hace esperar!, y realmente la espera valió la pena… Pasaron dos años y medio desde que se realizó la VIII jornada médica, esa que, por supuesto, nadie se esperaba que fuera la última, mucho menos los voluntarios, quienes, en su corazón, siempre tenían latente la posibilidad de realizar una nuevamente, sin embargo, desde marzo de 2020 hasta septiembre de 2022, se complicó esta posibilidad.

En estos dos años sucedieron diferentes acontecimientos, el mundo presenció el fallecimiento de la reina Isabel II, lamentablemente la guerra se desató en Ucrania, el telescopio espacial James Webb de la NASA, produjo la imagen más profunda y nítida del universo, y por supuesto, se reanudaron las labores sociales de Corfomento y con ellas, la tan anhelada jornada médica, que, desde una perspectiva diferente, también era una gran noticia.

Pero esta actividad no llegó sola, vino cargada con una sorpresa, la creación del grupo Ignis, una iniciativa de los jóvenes que asisten al Centro Cultural Hontanar y sus amigos, quienes buscan transformar la realidad de su comunidad a través de pequeñas acciones que generen un impacto positivo en la vida de diferentes personas en Colombia y ¿por qué no?, en el mundo entero.

Ignis en realidad, no es una palabra conocida, pero indagando en su significado es algo así como encender, y si los jóvenes querían prender esa llama que habitaba en sus corazones haciendo labor social, Corfomento «ardería» con ellos, pues cómo dijo alguna vez la Madre Teresa de Calcuta, para que una lampara esté siempre encendida, no debemos dejar de ponerle aceite…

El grupo inició con cautela realizando actividades de voluntariado en diferentes lugares de la ciudad de Bogotá, hasta que llegó el momento de organizar la próxima brigada médica, así que, en junio de 2022, iniciaron los preparativos.  

Ahí fue cuando inició su labor, al principio todo fluía de maravilla, hicieron una campaña para invitar a los voluntarios, hablaron con diferentes médicos, encontraron el lugar idóneo y planearon la fecha, sin embargo, faltaba algo, los recursos para apoyar la realización de la actividad, esta era la primera vez que se enfrentaban a esto, pues la iniciativa, también tenía como reto, recaudar fondos para la realización de esta y muchas otras actividades de labor social.

Al principio, luego de tocar varias puertas, el panorama parecía desalentador y el implacable verdugo del tiempo, hacía su trabajo a la perfección, corría veloz y en contra de la fecha planificada, – ¿qué nos inventamos? – fue una pregunta que surgió casi natural en el grupo de WhatsApp.  Luego de una lluvia de ideas y de que transcurrieran varios días, empezaron a llegar esos salvavidas que tanto necesitaban.

Las donaciones empezaron a llegar, hablaron con la Universidad de La Sabana, quien no dudó en apoyar la iniciativa de los estudiantes, también conversaron con varios empresarios y amigos, hasta planearon una rifa para promocionar con sus compañeros, pues Vitals, una empresa dedicada a la confección y comercialización de uniformes médicos, donó uno de estos para colaborar con la misión.

Faltaban ya menos de 15 días para la actividad, pero la generosidad y el apoyo de muchos permitió recaudar lo justo y dar paso a que se iniciaran los preparativos y la compra de materiales, era importante poder elaborar los biombos que separarían los consultorios, los refrigerios, el transporte, las medicinas… ¡Trabajo era lo que había!

Y en un abrir y cerrar de ojos, se llegó la hora, era 16 de septiembre, un día antes de la jornada y el día en el que se acostumbra a tener una reunión previa con todos los voluntarios, muchos de ellos por el mal clima no pudieron asistir, así que con los pocos que asistieron se organizaron los materiales, medicinas y refrigerios, los demás que se habían conectado a la reunión de manera virtual, esperaban atentos los roles que desarrollarían, mañana en la mañana no habría tiempo para planificar nada.

A las 7:00 de la mañana del 17 de septiembre, luego de que los coordinadores dijeran algunas palabras de agradecimiento y motivación, entregaran los refrigerios y cargaran los buses, salían todos rumbo a su destino. Luego de recorrer la carrera Séptima hacia el norte y de que transcurriera aproximadamente una hora, ya se empezaban a vislumbrar las coloridas fachadas de las casas del barrio Bellavista de la localidad de Usaquén, el lugar que habían elegido para realizar la actividad.

Para llegar a este barrio, hay prácticamente dos formas y ambas son por medio de unas estrechas y empinadas vías con un tránsito lento, o muy lento, dirían algunos, que permite el paso de dos vehículos en sentidos contrarios a la vez, y mucho cuidado si viene el camión de la gaseosa, el alimentador o algún vehículo grande, ahí la cosa se complica, hay que orillarse, esperar y dejar pasar. Aunque como siempre, no falta el incauto, que, por dárselas de vivo, arma el trancón. Sin embargo y pese a la dificultad del acceso, las vías del barrio estaban en buen estado, así que sin ningún contratiempo llegaron al lugar.

Eran alrededor de las 8:30 de la mañana, los buses parquearon cerca del parque, un sencillo “complejo deportivo” que únicamente constaba de una cancha de baloncesto o fútbol y una estructura con columpios y rodadero y que lentamente se empezó a llenar con jóvenes que vestían sus uniformes de medicina, sus características batas blancas y un infaltable, la gorra naranja de Corfomento.

Para muchos esta era su primera experiencia y otros, ya veteranos en el tema, se disponían con alegría a cumplir sus funciones, ya a las 6:00 de la mañana, en Hontanar, habían recibido las instrucciones, así que, con sus tareas en mente, se disponían a organizar todo.

El lugar que acogería la jornada era la Parroquia San Diego, que en realidad era una sencilla casa de dos pisos, que con dedicación se había convertido en la iglesia del barrio. Ya todo estaba organizado, así que primero montaron una carpa blanca en la entrada, la cual serviría para recibir a los pacientes, tomar sus datos, sus signos vitales y remitirlos con una sencilla historia clínica, al interior del lugar, allí, los médicos los estarían esperando para darles un diagnóstico más especializado en cubículos que ellos mismos habían montado, mientras en el segundo piso únicamente se prestaría atención para las mujeres.   

Mientras todo esto sucedía, otro equipo iniciaba la tarea de invitar a los habitantes del sector, quienes se asomaban cautelosos por las ventanas para ver con sorpresa quienes eran aquellos de bata blanca que venían a irrumpir el sonido habitual del barrio con sus gritos, un sábado a las 8:00 de la mañana.  

Después de varios intentos, la estrategia empezó a dar fruto y lentamente los primeros vecinos, con algo de timidez, se acercaban al parque, mientras la pregunta – ¿es gratis?, hacía discretas apariciones aquí y allá, – si señora, si señor, bienvenido – respondían los voluntarios con una sonrisa en el rostro y los llevaban hasta la carpa. 

Así fue transcurriendo la mañana, los niños, que son los más curiosos y fueron los primeros en llegar, se disponían a jugar un emocionante partido de fútbol, mientras uno de los voluntarios, con megáfono en mano, empezaba a darle el toque emocionante narrando con suspenso cada movimiento, jugadas y goles. Por otro lado, los voluntarios que no eran estudiantes de medicina, se encargaban de la recreación y con amor y paciencia, se divertían con los demás niños, que encantados, se rendían ante sus sonrisas y gritaban al unísono, – yo quiero un Batman, yo un corazón, yo el escudo de mi equipo favorito, refiriéndose con esto, a las pintucaritas que querían que les dibujaran.

Todos estaban alegres, vecinos y voluntarios disfrutaban por igual, los unos por poder recibir atención personalizada y de calidad en su barrio y los otros por poder compartir un tiempo de practica real con tantas personas que iban y venían a la actividad y que, en un futuro, ya graduados, serían sus verdaderos pacientes, aunque en teoría, como estudiantes, ya lo fueran.

Giselle, una de las personas que asistió a la jornada, llevó a su pequeña hija Mariana, para que fuera evaluada y luego, emocionada por la atención, llamó a su hermana, quien vino con su familia, hasta se animó a hablar un rato con los voluntarios y mencionó, “muy chévere que hayan venido y que se interesen por esta comunidad que muchas veces pareciera que no importara mucho, me ha parecido muy bonito todo, la atención ha sido muy buena, mi hija ya pasó por pediatría y me sirvió bastante porque no he encontrado citas para ella, sigan viniendo que hay mucha gente que los necesita, sería bueno que hasta pudieran hacerlo en más barrios de la ciudad”, después de decir esto, se despidió y se alejó con su familia…

Al caer la tarde, luego de un día extenuante pero inspirador, llegaron los buses para recoger a los voluntarios, ya estaba todo listo, pero faltaba la foto para el recuerdo, posaron todos frente a la Parroquia y sonrieron felices por el deber cumplido, habían llevado su luz al barrio buena vista, parecía cómo que la frase “sed luz del mundo y sal de la tierra”, se personificaba en esos instantes.

Había llovido durante toda la semana, sin embargo, ese día, providencialmente el sol alumbró en todo su esplendor, solo se ocultó por unos 20 minutos, mientras una que otra nube gris, se asomaba curiosa al ver cómo finalizaba la actividad, parecía que hasta el cielo celebraba la reactivación de las jornadas médicas…

Si quieres apoyar esta y otras labores sociales de Corfomento y el  grupo Ignis, puedes compartir esta crónica con tus amigos y conocidos o hacer un aporte en el botón de donaciones.